El trabajito de Artes Plásticas
por Patricio Carrillo L.
El profesor Ornaldo Yañez, no sólo era nuestro profesor jefe, sino que siempre nos estaba aconsejando para triunfar en la vida, él hacía lo que cualquier buen padre quiere para sus hijos. Para él, la presentación personal era algo intransable, más tratándose de futuros maestros.
¡Señores, se bañaron!, plancharon sus camisas, no quiero ver que sus pantalones parezcan cañones de estufa ¡A mi clase vienen ordenados!
La verdad sea dicha, sólo nuestras compañeras cumplían con el requisito de la presentación personal, la mayoría de nosotros, excepto muy pocos, andábamos al cuete, camisa afuera, pantalones sin planchar, pelo largo, y una boquita a lo Paty Cofré.
Por aquellos días, estábamos estudiando a los pintores impresionistas, y el profesor Yañez nos había dado un trabajo para la casa. Pasados unos días exigió los trabajos para calificarlos, uno por uno fue llamando a los alumnos para evaluarlos, hasta que le llegó el turno a Carlitos Toro, a medida que se iba acercando a la mesa del profesor, éste comenzó a llamarle la atención: ¡cómo es posible que usted se presente así, señor Toro, traspirado, la camisa afuera, sus pantalones parecen cañones de estufa y sus zapatos sin lustrar! Y nos dio una perorata sobre la presentación personal. Apenas si vio el trabajo de Carlitos y le dijo: ¡un 3 por este mamarracho! Carlos no dijo nada, pero se volvió indignado a su puesto, tanta era su rabia que arrojó al suelo su trabajo, que casualmente fue a caer a los pies de Costilla, que para variar no había hecho el trabajo. Este lo recogió, le recortó el nombre de Carlos Toro, lo enmarcó y pegó en una nueva hoja de block. Cuando lo llamaron, ni corto ni perezoso y con la mejor carepalo lo presentó. El profesor le dijo: muy bien señor Osorio, usted entendió el espíritu de lo que yo pedí... un 6.
Nadie sabe para quien trabaja. ¿Dónde estará esa obra de arte? Tal vez, sólo tal vez, valga miles de dólares...
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