El "silencio" del profe de música

MI SOL SOSTENIDO...
por Juan Ossa González
Voy a dar examen, grité a mi mamá, con un abrazo cariñoso me despidió entre la puerta y la cocina de la abuela Elena.
-Va a la Escuela Normal a dar examen de Música, Dios quiera que le vaya bien, le comenta a su madre, en la familia a la vuelta de los años tendremos un profesor, la sonrisa se le dibujó en sus labios y la esperanza en su rostro.
Después de correr varias cuadras, llegué a la Escuela Normal "Camilo Henríquez", había muchos jóvenes y por supuesto niños de 12 o 13 años que al igual que yo, caminaban por los pasillos mirando con caras confundidas y de preocupación, esperando su turno para la entrevista personal. En eso escucho a un joven estudiante de un curso superior que dice: "estos son los carneros", yo lo miré con un tremendo signo de interrogación.
Después de la entrevista personal, me llamaron de la sala de música -¿Nos puede cantar algo?- me dice un profesor de lentes cuadrados sin marcos y con una gran sonrisa como para darme confianza,... (yo la verdad es que soy muy chuzo para el tema de las notas musicales), los miré a cada uno de los cuatro examinadores y sacando fuerzas de flaquezas entoné el Himno de la Escuela Anexa, colegio del cual venía después de cumplir con las obligaciones pedagógicas del Sexto Año Primario...
Escuela Anexa a la Normal,
Tú estás sembrando el bien,
Te entrego mi cantar.
La verdad es que el canto fue muy marcial, sin duda, más que melódico.
Mira es el Himno de nuestros vecinos, la escuela de al lado.
Que marcial la interpretación de este joven.
Que bonita es dijo otro examinador.
Mmm dijo el cuarto.
Luego para mi suerte hablaron de quienes eran los autores y sobre la letra del himno que les parecía tan profunda. Y me dijeron muy bien hijo, puede retirarse.
Quedé muy contento pues tenía la sensación que había pasado la prueba y efectivamente cuando llegaron los resultados quedé en el primer año A de la generación 1965.
No recuerdo bien si fue en primero o segundo año de humanidades, los estudiantes teníamos que escoger un instrumento para completar nuestra formación humanista, y poder enseñar música a nuestros futuros alumnos.
Yo me voy a inscribir en violín dice una buena cantidad de alumnos y los demás en guitarra... y comienzan las clases los días miércoles en la tarde en la sala de Música, la misma donde me tomaron el examen de aptitud musical, tenía atriles que nunca había visto de cerca y unas tarimas en la cual ensayaba el coro.
¿Como está caballero? me dice el profesor de instrumento con cara muy sonriente. Su horario será el siguiente, tiene que llegar a la hora y comenzaremos por conocer el instrumento, este tiene un arco el cual se toma de la siguiente manera y el violín se pone sobre el hombro y la barbilla en esta posición.
Yo estaba muy contento porque estaba aprendiendo a tocar un instrumento, y comenté en casa que después de la clase el profesor interpretó una melodía muy bonita y rápida, movía la muñeca y los dedos que estaban sobre cuatro cuerdas las hacían vibrar, ¡qué cosa tan hermosa!
Después de muchos miércoles, pasando el arco en el violín contando 1 - 2 - 3 - 4 1 - 2 o 1 y marcando con la planta del pie en el suelo, todo bien y feliz.
Hoy al profesor se le ocurrió que ponga los dedos en las cuerdas y me decía que me indicaría con su dedo índice si tenía que subir la nota y hacia abajo si tenía que bajar.
Cuando ya pasamos al segundo dedo la cosa se comenzó a complicar más al punto que el profesor con una paciencia infinita estaba toda la clase con su índice indicando hacia arriba o hacia abajo.
Un compañero de curso me prestaba su violín para que pudiera estudiar en casa, siempre admiré su confianza y generosidad, pero estudiaba y estudiaba, me costaba mucho.
Un día voy llegando a la casa con el violín que me prestaba mi compañero y escucho un gran grito de mi hermana que dice:
- ¡Mamá otra vez viene mi hermano con su violín! y se puso a llorar.
Seguía asistiendo los miércoles a clases sin poder avanzar y con el profesor con el índice hacia arriba y hacia abajo durante toda la clase.
Me retiraré de violín: el próximo miércoles hablaré con el profesor (pensé) y será la más firme decisión que nunca he tomado en mi corta edad.
Llegó el miércoles, camino hacia la puerta de la sala, escucho tocar las Csardas de Monti, y en ese mismo momento pasaron por mi mente una serie de ideas y no pude entrar, media vuelta y a mi casa, pensando, el próximo miércoles enfrento al profesor y le comento que a mí me gusta el violín, pero creo que no tengo habilidades.
Miércoles siguiente llego hasta la puerta, y nuevamente no tuve el coraje de entrar, pero (pienso): me ensayaré frente al espejo del baño para decirle al profesor todo lo que siento.
Me paré frente al espejo, encendí la luz.
Profesor, yo mmm creo, que ósea quiero decir mssmss, las cosas que (los labios y los dientes muy apretados que no dejan salir palabras) profesor, sucede que los días miércoles a las 16:25 tengo mmm , ... bueno tengo que ensayar mucho más.
Pasaron otros miércoles y muchos ensayos frente al espejo de mi baño y no salían las frases con fluidez, incluso llegué a pensar que el espejo me tenía mala.
Miércoles nuevamente entré al colegio, me dirigí a la sala de música, escuché que el profesor estaba tocando la Pequeña Serenata Nocturna y al verme dejó su interpretación para saludarme muy amistosamente y... (por fin) le digo:
Profesor me doy cuenta que no tengo habilidades para tocar el instrumento por lo cual le vengo a decir que deseo renunciar a las clases violín...
Silencio profundo...
Sentí que los ojos se me salían, el profesor con una gran sonrisa me dice:
"¡¡No se preocupe estimado alumno si yo lo había borrado hace mucho tiempo!!"
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